Madres y profesionales ¿Tenemos que renunciar a algo?
Redacción Protección Laboral08/03/2017
Conmemoramos el día de la mujer trabajadora recordando que, en su día, éste fue un gran avance para los derechos de la mujer. No obstante, no podemos evitar señalar que aún hay demasiado para mejorar en ese aspecto. Por ello, queremos incidir en uno de los mayores obstáculos para la mujer trabajadora: la maternidad. Sí, es una afirmación muy dura pero no deja de ser un hecho. Ser madre es un inconveniente para desarrollarse profesionalmente, de la misma manera que el desarrollo profesional lo es para la maternidad. No lo digo yo: lo dicen las madres, la brecha salarial, los despidos por embarazo, las estadísticas sobre conciliación, el mayor número de depresiones en mujeres trabajadoras, ¿sigo?
No es que la maternidad sea orgánicamente contraproducente para trabajar. Lo que lo convierte en un inconveniente es el reparto no equitativo en los cuidados de los hijos o los prejuicios de las organizaciones a la hora de contratar o ascender a una mujer madre o en edad fértil.
Hoy hace un año, Eurostat publicaba los resultados de una encuesta que indicaban que, en España, el 30% de las mujeres con hijos trabajan a tiempo parcial, frente al 6% de los padres. Pero es que la media europea es del 38% en el caso de las madres y del 5% en el de los hombres. Si le añadimos una brecha de un 40% en los cargos ejecutivos y los otros hechos que comentados anteriormente, pues sí: me huelo a que se sigue asociando a la mujer como la principal cuidadora de los hijos y del hogar. Son siglos de historia en los que así ha sido, y la idea no debe ser tan fácil de cambiar. Existen las expectativas, la culpa y la exigencia, ya sea externa o por nuestra propia parte.
En ese estadio trabaja, actualmente, la Asociación “Yo No Renuncio”, creada por el Club de Malas Madres (esas que se ven superadas por las expectativas en cuanto a maternidad). La finalidad de este proyecto sin ánimo de lucro es aportar su granito de arena a fomentar la conciliación laboral familiar para las mujeres, así como la corresponsabilidad. En otras palabras, que las mujeres no tengamos que renunciar ni a ver crecer a nuestros hijos ni a nuestra carrera profesional. En los dos años que llevan de trayectoria, han realizado dos estudios sociológicos para visibilizar los problemas de las madres profesionales. En el primero concluyeron que el 80% de las madres no pueden conciliar trabajo con crianza.
El pasado 14 de febrero, “Yo No Renuncio” publicó su segundo estudio, basado en una encuesta online, en la que participaron 23.000 personas. Los resultados más destacados fueron que el 58% de las mujeres renuncia a su carrera profesional al ser madres, frente al 6% de sus parejas. Además, el 51% de las mujeres sin hijos que participaron afirmaron que, de ser madres, asumirían tener que renunciar a su desarrollo laboral, y sólo el 11% de sus parejas reconoce esta situación.
En cuanto a las tareas domésticas, según el estudio, el 45% de las mujeres que aportan la misma cantidad de dinero que sus parejas masculinas a la unidad familiar declaran ser las principales responsables de los cuidados del hogar, frente el 9% en el caso de los hombres. Y, en un 36%, el reparto es equitativo.
Teniendo en cuenta lo expuesto, no nos extraña que cada vez más madres digan “en voz alta” que se han arrepentido de serlo. Que antes no se quejaran, no significa que no sintieran esa impotencia. Pero en una sociedad que de cara a la galería alienta a las mujeres a ser unas buenas profesionales, cuando nos encontramos que eso no es posible porque no tenemos tiempo para nosotras, nuestras parejas no participan activamente en los cuidados de los hijos y otras personas (sean padres o no) juzgan cómo gestionamos nuestra maternidad… Pues, ¡oye! Quizás no sea tan raro que se nos quiten las ganas o veamos que ese estilo de vida no era el que queríamos. Por supuesto, eso no significa dejar de querer o dejar de cuidar.
Hace un mes y poco, Samanta Villar afirmaba al presentar su libro “Madre hay más que una”, que “ser madre quita calidad de vida”, intentando romper con ese mito de la madre abandonada a sus hijos, a la que la maternidad compensa cualquier otra carencia. Las redes sociales se le tiraban encima y algunos medios publicaban la carta de otra madre que la acusaba de egoísta. Me remito al título de su libro, “Madre hay más que una” y cada una lo gestiona de la mejor manera que puede. No todas las mujeres tenemos los mismos deseos ni prioridades, ¡y no pasa nada! Hablar con sinceridad sobre arrepentirse de ser madre o no querer serlo es un tema tabú en nuestra sociedad. Para empezar, no es fácil reconocérnoslo a nosotras mismas porque aún sentimos el peso de los posibles juicios internos y externos. Mucho más difícil es decirlo en público.
Testimonios parecidos son los recogidos en la obra de la socióloga israelí Orna Donath, “Madres arrepentidas”: un estudio donde 23 mujeres que adoran a sus hijos admiten que decidirían no tenerlos si pudieran volver atrás. El motivo: a todo lo que han tenido que renunciar después de serlo. La autora, además, pone en duda esa supuesta “naturaleza” que empuja a la mujer a tener hijos y lo ve más como una norma establecida socialmente. Su intención no es, por supuesto, desmotivarnos para ser madres, sino visibilizar que las mujeres pueden arrepentirse de serlo y no es algo tan grave. En Israel, además, por motivos políticos sus ciudadanos sufren una gran presión por parte de la sociedad para tener hijos.
La situación de las mujeres (trabajadoras o no) tiene mucho por mejorar. Por nuestro género ya se nos asocia con determinados comportamientos o tendencias. Y eso no nos facilita la vida. Ni para trabajar ni para realizarnos en muchos otros campos. El día de hoy es un recordatorio de una lucha que sigue abierta.
No es que la maternidad sea orgánicamente contraproducente para trabajar. Lo que lo convierte en un inconveniente es el reparto no equitativo en los cuidados de los hijos o los prejuicios de las organizaciones a la hora de contratar o ascender a una mujer madre o en edad fértil.
Hoy hace un año, Eurostat publicaba los resultados de una encuesta que indicaban que, en España, el 30% de las mujeres con hijos trabajan a tiempo parcial, frente al 6% de los padres. Pero es que la media europea es del 38% en el caso de las madres y del 5% en el de los hombres. Si le añadimos una brecha de un 40% en los cargos ejecutivos y los otros hechos que comentados anteriormente, pues sí: me huelo a que se sigue asociando a la mujer como la principal cuidadora de los hijos y del hogar. Son siglos de historia en los que así ha sido, y la idea no debe ser tan fácil de cambiar. Existen las expectativas, la culpa y la exigencia, ya sea externa o por nuestra propia parte.
Las “malas madres”
En ese estadio trabaja, actualmente, la Asociación “Yo No Renuncio”, creada por el Club de Malas Madres (esas que se ven superadas por las expectativas en cuanto a maternidad). La finalidad de este proyecto sin ánimo de lucro es aportar su granito de arena a fomentar la conciliación laboral familiar para las mujeres, así como la corresponsabilidad. En otras palabras, que las mujeres no tengamos que renunciar ni a ver crecer a nuestros hijos ni a nuestra carrera profesional. En los dos años que llevan de trayectoria, han realizado dos estudios sociológicos para visibilizar los problemas de las madres profesionales. En el primero concluyeron que el 80% de las madres no pueden conciliar trabajo con crianza.
El pasado 14 de febrero, “Yo No Renuncio” publicó su segundo estudio, basado en una encuesta online, en la que participaron 23.000 personas. Los resultados más destacados fueron que el 58% de las mujeres renuncia a su carrera profesional al ser madres, frente al 6% de sus parejas. Además, el 51% de las mujeres sin hijos que participaron afirmaron que, de ser madres, asumirían tener que renunciar a su desarrollo laboral, y sólo el 11% de sus parejas reconoce esta situación.
En cuanto a las tareas domésticas, según el estudio, el 45% de las mujeres que aportan la misma cantidad de dinero que sus parejas masculinas a la unidad familiar declaran ser las principales responsables de los cuidados del hogar, frente el 9% en el caso de los hombres. Y, en un 36%, el reparto es equitativo.
Arrepentidas de ser madres
Teniendo en cuenta lo expuesto, no nos extraña que cada vez más madres digan “en voz alta” que se han arrepentido de serlo. Que antes no se quejaran, no significa que no sintieran esa impotencia. Pero en una sociedad que de cara a la galería alienta a las mujeres a ser unas buenas profesionales, cuando nos encontramos que eso no es posible porque no tenemos tiempo para nosotras, nuestras parejas no participan activamente en los cuidados de los hijos y otras personas (sean padres o no) juzgan cómo gestionamos nuestra maternidad… Pues, ¡oye! Quizás no sea tan raro que se nos quiten las ganas o veamos que ese estilo de vida no era el que queríamos. Por supuesto, eso no significa dejar de querer o dejar de cuidar.
Hace un mes y poco, Samanta Villar afirmaba al presentar su libro “Madre hay más que una”, que “ser madre quita calidad de vida”, intentando romper con ese mito de la madre abandonada a sus hijos, a la que la maternidad compensa cualquier otra carencia. Las redes sociales se le tiraban encima y algunos medios publicaban la carta de otra madre que la acusaba de egoísta. Me remito al título de su libro, “Madre hay más que una” y cada una lo gestiona de la mejor manera que puede. No todas las mujeres tenemos los mismos deseos ni prioridades, ¡y no pasa nada! Hablar con sinceridad sobre arrepentirse de ser madre o no querer serlo es un tema tabú en nuestra sociedad. Para empezar, no es fácil reconocérnoslo a nosotras mismas porque aún sentimos el peso de los posibles juicios internos y externos. Mucho más difícil es decirlo en público.
Testimonios parecidos son los recogidos en la obra de la socióloga israelí Orna Donath, “Madres arrepentidas”: un estudio donde 23 mujeres que adoran a sus hijos admiten que decidirían no tenerlos si pudieran volver atrás. El motivo: a todo lo que han tenido que renunciar después de serlo. La autora, además, pone en duda esa supuesta “naturaleza” que empuja a la mujer a tener hijos y lo ve más como una norma establecida socialmente. Su intención no es, por supuesto, desmotivarnos para ser madres, sino visibilizar que las mujeres pueden arrepentirse de serlo y no es algo tan grave. En Israel, además, por motivos políticos sus ciudadanos sufren una gran presión por parte de la sociedad para tener hijos.
La situación de las mujeres (trabajadoras o no) tiene mucho por mejorar. Por nuestro género ya se nos asocia con determinados comportamientos o tendencias. Y eso no nos facilita la vida. Ni para trabajar ni para realizarnos en muchos otros campos. El día de hoy es un recordatorio de una lucha que sigue abierta.
