Las sombras detrás de la brecha salarial
Redacción Protección Laboral11/04/2016
Éste tampoco se presenta como el año en el que por fin van a cambiar las cosas en términos de sexismo. Al menos, en cuanto a la política de retribución. 2015 cerraba con unas alarmantes cifras, en las que la brecha salarial ascendía hasta un vertiginoso 24 % de diferencia entre los sueldos medios entre ambos sexos, situándola como la sexta más alta de la Unión Europea, sólo por debajo de Estonia, Austria, República Checa, Alemania (soprende ¿no?) y Eslovaquia. En febrero, el sindicato UGT presentó un estudio sobre desigualdad en el que denunciaba que las mujeres son el colectivo que más hemos sufrido las devaluaciones de sueldos causadas por la precariedad laboral que arrastramos desde hace casi una década.
A nivel europeo, la brecha salarial se situaba en un 16,3% en 2013. Según datos del Eurostat, mientras que en España estamos en pleno estancamiento de la brecha, en otros países europeos como Bélgica, Hungría, Portugal o incluso Alemania, la tendencia es que decrezca. Eslovenia es el país con la brecha salarial más baja de toda Europa, con un 3,2%, aunque había llegado a estar en un 0,9 en 2010. En todo caso, nuestro país es el que ha experimentado un mayor crecimiento de la brecha durante los últimos años, con un crecimiento de 8 puntos en menos de 8 años. Sumándole que ya venimos de una situación de partida muy desigual, no es de extrañar que nos quede una brecha tan amplia.
Aunque no lo consideraremos nunca una explicación razonable, existen diversos factores que inciden en la diferencia salarial entre ambos géneros. Tal como se explicó en el X Foro sobre la Mujer y Liderazgo (celebrado en junio del año pasado), “A veces la discriminación no es racional sino que viene implícita”. No olvidemos que vivimos aún en una sociedad patriarcal, añadimos nosotros. Y las siguientes prácticas de discriminación femenina lo corroboran:
Claro que esto es la punta del iceberg. El rol de género se extiende mucho más allá del territorio laboral, aunque de una forma u otra siempre acabe incidiendo, dada la percepción de “menos valor” en la mujer.
Afortunadamente, el mundo está tomando conciencia de las consecuencias de la desigualdad. Los movimientos feministas la abordan desde una perspectiva más sociocultural, dado que esta es la base de los problemas más palpables, y los micromachismos ya no nos parecen tan micro. Polémicas como la de los Oscar del 2015 o las denuncias por falta de cargos directivos mujeres en Silicon Valley están ayudando a dar visibilidad a un tema que hace unos años aún se nos hacía incómodo tratar. Que nos sirva de inspiración para no invisibilizar un problema real y grave. No nos dé vergüenza reconocerlo si cobramos menos que nuestros compañeros. No nos hace menos válidas, y no nos debe costar reconocerlo, porque el silencio no nos va a sacar de esta situación.
El dato escalofriante: De los casi dos millones de trabajadores que cobran como máximo 645 euros brutos mensuales, un 67% son mujeres.
A nivel europeo, la brecha salarial se situaba en un 16,3% en 2013. Según datos del Eurostat, mientras que en España estamos en pleno estancamiento de la brecha, en otros países europeos como Bélgica, Hungría, Portugal o incluso Alemania, la tendencia es que decrezca. Eslovenia es el país con la brecha salarial más baja de toda Europa, con un 3,2%, aunque había llegado a estar en un 0,9 en 2010. En todo caso, nuestro país es el que ha experimentado un mayor crecimiento de la brecha durante los últimos años, con un crecimiento de 8 puntos en menos de 8 años. Sumándole que ya venimos de una situación de partida muy desigual, no es de extrañar que nos quede una brecha tan amplia.
¿Por qué seguimos así?
Aunque no lo consideraremos nunca una explicación razonable, existen diversos factores que inciden en la diferencia salarial entre ambos géneros. Tal como se explicó en el X Foro sobre la Mujer y Liderazgo (celebrado en junio del año pasado), “A veces la discriminación no es racional sino que viene implícita”. No olvidemos que vivimos aún en una sociedad patriarcal, añadimos nosotros. Y las siguientes prácticas de discriminación femenina lo corroboran:
- Sólo el 50% de las mujeres trabajadoras a jornada completa, que han estado embarazadas, vuelve a su habitual ritmo de trabajo después de la baja por maternidad, mientras que en el caso de los hombres no existe casi afectación alguna.
- Sólo el 30% de los cargos directivos de las empresas está ocupado por mujeres.
- El rol de género sigue fuertemente arraigado en nuestra cultura. Las mujeres acostumbramos a decantarnos por carreras más relacionadas con los cuidados, como pueden ser psicología, educación o trabajo social. Los hombres, por el contrario, se decantan más por carreras técnicas más relacionadas con ingeniería o ciencias, que conllevan sueldos más altos. Este caso se retroalimenta, puesto que la tendencia es la que crea las referencias para ambos sexos. No sólo la familiar, sino los arquetipos que podemos observar en películas o series, por ejemplo.
- Las mujeres siguen siendo la imagen de “el ama de casa” siendo ellas quienes más horas dedican a las tareas del hogar. Cosa que se traduce en menos horas para poder dedicar al trabajo fuera de casa.
- Penalización a las mujeres por ser madres: subsidios menores en caso de bajas por riesgos de embarazo (que no baja por maternidad común) o incluso casos más sonados como despidos después de la reincorporación post baja.
Claro que esto es la punta del iceberg. El rol de género se extiende mucho más allá del territorio laboral, aunque de una forma u otra siempre acabe incidiendo, dada la percepción de “menos valor” en la mujer.
Afortunadamente, el mundo está tomando conciencia de las consecuencias de la desigualdad. Los movimientos feministas la abordan desde una perspectiva más sociocultural, dado que esta es la base de los problemas más palpables, y los micromachismos ya no nos parecen tan micro. Polémicas como la de los Oscar del 2015 o las denuncias por falta de cargos directivos mujeres en Silicon Valley están ayudando a dar visibilidad a un tema que hace unos años aún se nos hacía incómodo tratar. Que nos sirva de inspiración para no invisibilizar un problema real y grave. No nos dé vergüenza reconocerlo si cobramos menos que nuestros compañeros. No nos hace menos válidas, y no nos debe costar reconocerlo, porque el silencio no nos va a sacar de esta situación.
