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Sol y protección ocular

Redacción Protección Laboral14/11/2016
Las gafas de sol no son un accesorio de moda, sino un EPI que requieren muchos trabajadores y que, por distintos motivos, no se usa. España avanza hacia la tropicalización de su exposición solar, aspecto que estamos ignorando, y ante el que advierten especialistas e instituciones varias. La protección ocular no da tregua, debe efectuarse en cualquier estación, tanto en trabajos de exterior como de interior.

La radiación óptica que genera el sol (y fuentes de luz artificial, como láseres, etc.) puede producir hasta cinco efectos sobre el ojo humano: quemaduras de retina, fotorretinitis o ‘Blue-Light Hazard’, foto-queratitis, foto-conjuntivitis e inducir la aparición de cataratas. También produce efectos negativos sobre la piel. A diferencia de la lesión dérmica, el daño ocular no es inmediato, sus efectos se van acumulando.

La Organización Mundial de la salud (OMS), advierte que “aproximadamente, 18 millones de personas en el mundo han quedado ciegas a causa de las cataratas. El 5% de la carga de morbilidad relacionada con las cataratas se puede atribuir directamente a la exposición a las radiaciones ultravioleta”.

Podemos distinguir tres tipos de radiación ultravioleta:

-Rayos ultravioleta A (UVA). Se denomina también luz negra, produce fluorescencia. Es la menos peligrosa para la salud. Existen aplicaciones para el bronceado en ‘cabinas solares’.

-Rayos ultravioleta B (UVB). Esta clasificación abarca la mayoría de los UV. Es la radiación más dañina, especialmente para el ADN, siendo la responsable del melanoma y otros tipos de cáncer de piel.

-Rayos ultravioleta C (UVC). Son los más peligrosos para la salud. Parte de la radiación UVC es radiación ionizante, es decir, que tiene potencia suficiente para inducir transformaciones moleculares de la materia.

Anatomía del ojo y los efectos de las radiaciones

El ojo es un órgano con forma de esfera ligeramente aplanada de arriba a abajo, cuyas partes principales y más sensibles son:

-La córnea, que es la porción anterior de la túnica externa del ojo, transparente para permitir el paso de los rayos luminosos, y ligeramente abombada, a modo de un vidrio de reloj. Se compone de una serie de capas de carácter epitelial y conjuntivo y carece de vasos, pero posee una rica inervación. La conservación de su forma, integridad, transparencia, etc. son de vital importancia para una visión correcta.

-El iris es una estructura muscular de disposición circular que actúa como diafragma. Presenta un orificio central que denominamos pupila por donde pasa la luz.

-El cristalino se describe como un cuerpo lenticular, transparente, biconvexo, situado en la parte anterior del globo ocular, entre la cámara acuosa y la cámara vítrea. La función del cristalino consiste en enfocar los rayos luminosos de manera que formen una imagen perfecta en la retina. El cristalino actúa como una lente. Para esto es preciso que pueda variar su poder de refracción cuando cambia la distancia del objeto.

La retina es un órgano sensorial que forma una unidad embriológica y funcional con el nervio óptico, que llevará la información al cerebro.

Los seres humanos no podemos vivir en una “campana de cristal” libres de toda exposición al riesgo. En nuestras actividades, ya sean laborales o privadas, nos vemos expuestos a fenómenos naturales y artificiales. Las radiaciones no son una excepción: existen en nuestro entorno en forma natural, y también artificial. Las ‘condiciones’ de la exposición determinarán, en última instancia, el ‘impacto’.

El ojo es un órgano muy sensible y vulnerable frente a las agresiones externas, así como al paso del tiempo. La edad no perdona al ojo, y éste va perdiendo funcionalidad a medida que envejecemos. Con todo, hay que distinguir entre deterioro natural (progresivo) y los efectos lesivos inmediatos (o a corto plazo) por exposición a condiciones de riesgo, con especial mención a las UV.

  • Efectos sobre la salud de los UV

Con exposiciones moderadas, las radiaciones ultravioleta son beneficiosas para la salud y desempeñan una función esencial en la síntesis de la vitamina D. Sin embargo, superado el nivel de exposición beneficioso, la radiación UV provoca efectos agudos conocidos como foto-queratitis (inflamación de la córnea) y foto-conjuntivitis (inflamación de la conjuntiva). Estos efectos desaparecen por completo, y se previenen fácilmente usando gafas protectoras, sin que ocasionen lesiones a largo plazo.

La cantidad y persistencia de la exposición generan efectos crónicos, que incluyen:

-Cataratas. Enfermedad consistente en una opacidad progresiva del cristalino, lo que disminuye la visión y acaba causando ceguera si no son intervenidas.

-Pterigium. Carnosidad blanca o de color crema que aparece en la superficie ocular.

-Carcinoma epidermoide de la córnea o de la conjuntiva. Es un tumor raro de la superficie ocular.

La literatura médica al respecto no deja sombra de duda y coincide en las consecuencias. Así, otra fuente cita que “la radiación óptica (no ionizante) puede producir hasta cinco efectos sobre el ojo humano: quemaduras de retina, fotorretinitis o ‘Blue-Light Hazard’, foto-queratitis, foto-conjuntivitis e inducir la aparición de cataratas. También produce efectos negativos sobre la piel”.



Intensidad y sus modificadores

Son factores como la intensidad, duración, repetitividad o características individuales de las personas expuestas las que determinarán la gravedad de la afección ocular.

La intensidad de la radiación ultravioleta solar depende de diversos factores:

-Elevación del sol. Cuanto más alto se encuentra, mayor es la intensidad de las radiaciones ultravioleta.

-Latitud. La radiación es mayor según aumenta la proximidad al ecuador (eje terrestre).

-Cielo despejado. Esta situación permite mayor intensidad de la radiación, aunque persiste con el cielo nublado.

-Altitud. Cada 1.000 metros de altitud, la intensidad de las radiaciones ultravioleta aumenta un 5%.

-Capa de ozono. La pérdida de densidad de esta capa protectora se traduce en un aumento de la cantidad de radiaciones ultravioleta que llegan a la superficie terrestre.

-Reflexión por el suelo. Muchas superficies reflejan los rayos del sol, lo que aumenta la exposición general. La nieve reciente refleja hasta un 80% (peligro intrínseco de los trabajadores de estaciones de esquí). La tierra y el agua reflejan en torno a un 10%; la arena seca de las playas, 15%; y la espuma del mar, 25%.



Conducción y protección ocular

Hay muchas actividades que requieren protección ocular del trabajador. Fijamos nuestra atención en la conducción por su alcance numérico (número de usuarios), así como por sus posibles consecuencias sobre la salud.

El primer dato llamativo es que “el 20% de los conductores no usan nunca gafas de sol al conducir, un elemento muy recomendable para ayudarnos a no fatigar nuestra vista y que reduce el riesgo de deslumbramiento o ceguera temporal, aumentando nuestra seguridad vial”, informa Formaster, Asociación Española de Formadores en Seguridad Vial.

El 5% de los accidentes en España suceden por deslumbramiento en las horas crepusculares (al amanecer o atardecer). La luz del verano supone un riesgo para la conducción, además de provocar fatiga visual. Muchos conductores desconocen que las gafas de sol son el mejor elemento para evitar riesgos de accidentes por deslumbramientos o cegueras en momentos de exceso de luz. El único requisito es el uso de gafas de sol homologadas y con cristales polarizados, marcadas con el símbolo CE. Gracias a los cristales polarizados se obtiene una visión más nítida, desaparecen los molestos destellos que pueden surgir por algún elemento en la calzada (las señales o el propio vehículo) y se evita la fatiga visual.

El mejor cristal para las gafas de sol es el más natural, por lo que es recomendable elegir cristales grises, o de tonalidades azulada o marrón. Estos cristales son los que menos desvirtúan los colores naturales, por lo que no alteran la correcta visión de los colores de las señales, semáforos o indicadores de otros coches, como luces de freno o intermitencia.

Formaster recuerda que “las gafas de sol no pueden usarse en conducción nocturna o en largos túneles porque ocasionan una pérdida de agudeza visual. Sin embargo, hay que tener en cuenta que, a la salida de los túneles si están mal iluminados, podemos sufrir un fuerte deslumbramiento o situación de ceguera temporal durante unos segundos hasta que el ojo se adapta a la nueva situación de luminosidad”.

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El cuidado de los ojos con sencillas medidas


La radiación está presente tanto en invierno como en verano, aunque la intensidad puede ser más ofensiva en la estación cálida. El trabajador no puede prestar atención al órgano de la visión con sencillas pautas:

-Mantener los ojos húmedos. Las condiciones de sequedad ambiental, fijación de la vista, aire acondicionado, etc. producen el resecamiento del ojo. Puede recurrirse al uso de humidificadores que devuelvan la humedad al aire, o usar lágrimas artificiales que lubrican el ojo, ejerciendo un efecto calmante.

-Usar gafas de sol. Especialmente son útiles cuando se desarrollan actividades en exteriores (obras públicas, trabajos forestales, agricultura). Hay que tener en cuenta la elevación: cuanto mayor es ésta, el aire es más fino, lo que supone mayor concentración de rayos ultravioleta en la atmósfera. De manera similar, dicha concentración será mayor en las latitudes más cercanas al ecuador.

-Mejor gafas que lentes de contacto. Las lentillas, debido a su contacto directo con los ojos, pueden contribuir significativamente a la sequedad ocular. Se comportan como esponjas, por lo que requieren una aportación extra de humedad para mantener su funcionalidad y el confort. Por el contrario, las gafas de sol no tienen contacto directo con el globo ocular, de modo que no interfieren en el equilibrio hídrico del ojo.

-Alimentación sana y equilibrada. Mantener una buena función visual requiere la ingesta de vitaminas A, C y E. Igualmente, minerales como el zinc y el selenio, pigmentos como la luteína y la zeaxantina y los ácidos grasos Omega 3 son esenciales para la retina y para retrasar el envejecimiento de las estructuras oculares. Estos nutrientes se encuentran en las verduras, frutas, pescado graso, mariscos y frutos secos.

-Lavar los ojos. Ante una contaminación ocular por cuerpo extraño o sustancia química debe practicarse un lavado inmediato con agua abundante, evitando frotar o restregarse los párpados para no extender la contaminación o agravar los posibles daños.

-Relajar las estructuras oculares responsables de la acomodación (enfoque). Conseguiremos así reducir el estrés visual de una tarea que exige fijar la vista. Es recomendable apartar la vista del objeto enfocado cada 15-20 minutos, durante unos segundos.

En síntesis, junto al uso de protección ocular y medidas relacionadas con el estilo de vida, insistiremos en la importancia de mantener el ojo hidratado para evitar la xeroftalmia. Al respecto, Portalfarma recuerda que “la sequedad ocular, o xeroftalmia, es una alteración de la película lagrimal capaz de dañar la superficie debajo de los párpados lo suficiente como para provocar molestias oculares. El principal síntoma de sequedad ocular es la sensación de cuerpo extraño, especialmente al levantarse por las mañanas, con dificultad para abrir los ojos. Popularmente es definida por los pacientes como la sensación de tener arenilla en los ojos. Son también muy frecuentes el escozor, el enrojecimiento y el picor, a veces muy intenso. No es infrecuente la aparición de pequeños derrames sanguíneos corneales, a veces muy aparatosos”.

La American Academy of Ophthalmology sintetiza los siguientes consejos en relación con el sol y el cuidado de los ojos:

-Escoger lentes que bloqueen los rayos UV. No hay que guiarse por el color o el precio: la capacidad para bloquear la luz UV no depende del precio ni de la tonalidad oscura de los lentes de sol. La protección sólo está garantizada cuando las lentes puedan bloquear el 100% de los rayos UVA y UVB.

-Las lentes deben cubrir toda el área de los ojos. Idealmente, las lentes de sol deberían envolver el área hasta la sien, de modo que los rayos solares no logren penetrar por los costados.

Además de lentes de sol, pueden usarse gorras o sombreros. Los sombreros de ala ancha proporcionan la mejor protección para los ojos.

-No confiar exclusivamente en las lentes de contacto. Incluso en el caso de que éstas cuenten con protección UV, también es necesario utilizar lentes de sol.

-No dejarse engañar por las nubes. Los rayos solares pueden atravesar la neblina y las nubes de poco espesor. El daño en los ojos provocado por el sol puede ocurrir en cualquier época del año, no sólo en verano. Por eso, es conveniente utilizar siempre gafas de sol al aire libre.

-No mirar directamente hacia el sol. Incluso durante un eclipse, mirar al sol sin protección puede provocar una retinopatía solar, la cual implica un daño en la retina causado por la radiación solar.

-Extremar la precaución en las horas pico del sol. Para ello, hay que evitar la exposición entre las 10 a.m. y las 14 p.m., momento en que los rayos solares UV son más fuertes. De todos modos, en caso de trabajadores que deben permanecer al aire libre, es fundamental que protejan sus ojos con gafas de sol y un sombrero.

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Periódicamente, sobre todo, cuando se acerca el verano por ser la época de mayor radiación solar, diversos medios de prensa advierten sobre los riesgos del sol para la vista, haciendo hincapié, incluso, en la necesidad de “no salir de casa sin llevar puestas unas gafas de sol”. Por supuesto, por gafas de sol entendemos una protección certificada, no cualquier adminículo con cristales tintados. Los sucedáneos de gafas, con lentes de baja calidad óptica, lejos de solucionar el problema, pueden agravar los efectos de la exposición a la energía radiante del sol (u otras fuentes de radiación). Hoy no hablaremos de la certificación de la protección ocular, recordando simplemente que la protección real y segura sólo puede darse con productos certificados, y no con productos de dudosa calidad. Una buena lente debe reducir la radiación visible de la luz directa, impedir el paso de la radiación ultravioleta, eliminando reflejos molestos, al tiempo que aumenta el contraste. Para reducir la radiación ultravioleta y filtrar la luz, son necesarios filtros de color que se clasifican en cinco categorías (de 0 a 4).

La radiación ultravioleta afecta principalmente a jóvenes, ancianos y personas de ojos claros, como lo demuestra la incidencia creciente en nuestro país de las enfermedades oculares características de zonas tropicales. La mayor dificultad para la prevención (general y laboral) es que “no somos conscientes del daño al que sometemos nuestra visión cuando salimos de casa sin la adecuada protección ocular”, manifiesta la experta en Optometría y Contactología, Blanca Martínez de Carneros, profesora de la Universidad Alfonso X El Sabio. “Las gafas no son sólo un accesorio, sino la herramienta que se tiene más a la mano para evitar enfermedades oculares”, cita la optometrista.

A diferencia de la piel, el daño ocular no es inmediato, sus efectos se van acumulando. Un indicador de la poca protección de los españoles a los rayos UV es la aparición cada vez más temprana de las cataratas. Una enfermedad propia de edades seniles, aparece ahora, de forma alarmante, en personas de 40 y 50 años. Así pues, no es ninguna extravagancia hacer que los niños utilicen gafas de sol para evitar las degeneraciones oculares debidas a la radiación.

Junto a efectos relativamente frecuentes como la queratitis, o inflamación de la córnea, los expertos advierten de la progresión de dolencias como la foto-toxicidad macular, que afecta a quienes ven sin protección un eclipse solar, o se exponen a arcos de soldadura sin caretas, o abusan de los punteros láser, etc.

A medida que envejecemos, el uso de protección ocular (filtros) es aún más recomendado, porque los mecanismos naturales de protección del ojo se van degenerando. Estos procesos son el parpadeo, que se hace mucho más lento, la constricción pupilar que también se ralentiza, y la melanina, cuya síntesis va decreciendo proporcionalmente al aumento de la edad. La melanina, que también está en la piel, no sólo oscurece la pigmentación dérmica, también protege al ojo.

Las medidas se deben extremar cuando se trabaja en el exterior (especialmente en verano), en actividades al aire libre, de alta montaña o acuáticas. La radiación ultravioleta se refleja en superficies como el agua, la nieve o la arena, por lo que permanecer a la sombra no significa que estemos libres de la exposición.
Envejecimiento del ojo

Las estructuras del ojo cambian debido al envejecimiento, por ejemplo: la córnea pierde sensibilidad; la pupila disminuye su tamaño y puede ser más lenta en su respuesta a los cambios de luz; el cristalino se vuelve amarillento, menos flexible y levemente opaco; las almohadillas de grasa que soportan el ojo se reducen y el ojo se hunde en la órbita, perdiendo capacidad de rotación.

Los trabajadores mayores de 40 años deben hacer un reconocimiento de la visión al menos anualmente para detectar los problemas oculares más comunes, como:

-Ojo seco. Al parpadear, las lágrimas lubrican y protegen al ojo de posibles infecciones y cuerpos extraños. Cuando no se producen en buena cantidad la conjuntiva y la córnea se inflaman, causando molestias y escozor.

-Cataratas. Consecuencia de la degeneración natural del cristalino, produce visión borrosa, facilidad de deslumbramiento y problemas de visión nocturna al reducirse la cantidad de luz que llega a la retina.

-Glaucoma. Aparece por el aumento de la presión intraocular, pudiendo llegar a comprimir el nervio óptico o los vasos sanguíneos de la retina, lo que ocasiona una pérdida de visión periférica, indolora, que puede desembocar en ceguera.

-Vista cansada. La presbicia aparece cuando el cristalino pierde flexibilidad y se endurece, de manera que el ojo no puede enfocar eficazmente la luz sobre la retina, lo supone una dificultad para mirar objetos a distintas distancias.

-Degeneración macular senil. La afectación de la mácula impide ver objetos situados directamente frente al ojo. Tiene alta capacidad invalidante, siendo la segunda causa de ceguera en personas mayores.

Prevenir la molestia ocular en la oficina

La luz en interiores, sea natural o artificial, por exceso o falta de la misma, también causa fatiga visual, pudiendo desembocar igualmente en el desarrollo de enfermedades relacionadas con la visión, y agravadas por el uso de pantallas de visualización de datos (PVDs).

“El Colegio Nacional de Ópticos-Optometristas de España indica que aproximadamente un 75% de los usuarios de ordenador padecen el denominado Síndrome de Fatiga Visual”, dice Elena Caballero Martín (Departamento de Desarrollo de Proyectos en Prevención de Riesgos Laborales. MC Mutual).

Caballero nos recuerda que “la iluminación es muy importante para evitar un sobreesfuerzo visual. Esta debe ser suficiente para el tipo de tarea que realice el usuario y siempre que sea posible, es preferible una combinación de luz natural y artificial. El exceso de luz se puede evitar apantallando las luminarias y disponiendo las ventanas con cortinas, nunca situadas delante o detrás del usuario, ya que son fuente de deslumbramientos o reflejos sobre la pantalla, pudiendo provocar disconfort visual así como posturas forzadas al intentar evitarlos o acomodar la visión.

Cuando hay déficit de iluminación es recomendable trabajar con la luz del techo y otra directamente sobre el plano de trabajo, sin incidir directamente en los ojos, sin deslumbrar cuando miramos al monitor o televisor, y evitando las sombras al escribir o leer.

En todos los casos, para evitar la fatiga visual que supone el tener que enfocar a distancias cortas se recomienda que, regularmente, se dirija la vista durante unos segundos a puntos lo más alejados posible. También existen algunos ejercicios oculares para favorecer la relajación de la musculatura ocular.
La protección dérmica

Una exposición excesiva, de corta duración, a las radiaciones ultravioleta produce eritema, enrojecimiento de la piel e inflamación. Los síntomas pueden ser severos, remitiendo en unos días (descamación de la piel o pigmentación, también conocida como bronceado tardío).

La piel de algunas personas reacciona anormalmente a las RUV (foto-sensibilidad) por causas genéticas, metabólicas o el consumo de ciertos medicamentos o productos químicos. El efecto más grave de una larga duración de las radiaciones ultravioleta es la inducción de cáncer de piel (exposición acumulativa). Son relativamente frecuentes en las personas de piel blanca. Por su parte, los melanomas malignos presentan mayor incidencia en las personas con un gran número de lunares, las personas con piel clara, pelirrojas o rubias, y en aquéllas que presentan una tendencia a formar pecas, a quemarse al sol o que no se broncean al exponerse a la luz solar. La exposición crónica en el trabajo puede disparar el riesgo de desarrollar un melanoma maligno. Asimismo, esta exposición crónica produce elastosis (piel de apariencia arrugada y aspecto envejecido por la pérdida de elasticidad). Por otra parte, existen evidencias de afectaciones inmunológicas por exposición excesiva a radiación ultravioleta (RUV).

La combinación del sol y medicamentos (o contacto con productos químicos) puede provocar foto-toxicidad o foto-irritación, una reacción que se produce tras tomar un cierto medicamento o bien aplicar una crema de uso tópico, y entrar en contacto con el sol. Se produce una irritación dérmica similar a una quemadura solar: enrojecimiento de la zona afectada, inflamación e incluso aparición de ampollas.

Suelen existir factores individuales que predisponen a sufrir la foto-irritación. En cualquier caso, los trabajadores expuestos a la luz solar deben evitar determinados antibióticos, como sulfamidas y tretraciclinas, diuréticos, como las pastillas para regular la tensión arterial, ciertos anti-inflamatorios, así como perfumes y colonias, sustituyéndolos por preparados específicos de uso tópico (cremas y filtros solares).

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