Ladrillo y plato combinado, un modelo productivo obsoleto
*Paula Llull
Resulta curioso que en España, un país donde la tasa de paro es de las más elevadas de la UE, se formalicen cada año millones de contratos de trabajo. Según las informaciones publicadas recientemente por CCOO, esta contradicción no es tal, sino que es solo una prueba más de lo evidente: en España sigue reinando la temporalidad. De hecho, tenemos un índice de rotación laboral de 4,7, o lo que es lo mismo, cada trabajador temporal firma, de media, casi 5 contratos al año.
De hecho, las personas con contrato indefinido y a tiempo completo ya no son la mayoría de la población asalariada. En julio de 2015, solo el 48% de las personas asalariadas tenían un contrato indefinido, mientras que el 52% restante disponía de un contrato temporal o una jornada parcial no deseada.
Así pues, parece que el problema central de la economía española viene de una cuestión estructural. Un modelo productivo que se ha basado desde hace años en sectores de bajo valor añadido y relativamente inestables como la construcción y el turismo.
Nuestros vecinos del norte apuestan, sin embargo, por un modelo productivo basado en industrias de alta tecnología e I+D+I, que conllevan la creación de puestos de trabajo cualificados y de larga duración.
Bajo valor añadido, temporalidad, empleo inestable y salarios bajos. Es el ciclo estacional tradicional de la economía española, en el que el paro se reduce a partir de marzo y empieza a aumentar cuando acaba el verano.
¿Qué cambios son necesarios?
Para poner fin a esta situación existen propuestas para todos los gustos, y es difícil definir cuál es la mejor, si es que se puede. Quizás, una de las más atractivas –bajo mi punto de vista- pasaría por una reforma laboral profunda y una regulación y ampliación de políticas sociales e igualdad apoyadas por un modelo productivo que abandone el ladrillo y apueste por la innovación, la industrialización, la formación y el empleo de calidad.
Entonces, estamos hablando de un doble reto: creación de empleo productivo, y de forma estable. Para evitar la volatilidad de la tasa de paro, y conseguir por fin romper con la vorágine de altas y bajas en el SEPE, y con la precariedad que afecta ya a demasiadas familias españolas.