Un año viajando te puede ayudar a conseguir trabajo
Redacción Protección Laboral19/09/2016
Probablemente habréis oído hablar alguna vez del año sabático como pausa en los estudios. Aunque en ocasiones se llega a pensar que es un año para no hacer nada, nada más alejado de la realidad. El año sabático o “gap year” (por ser originario de la cultura anglosajona) es una estancia en el extranjero que algunos jóvenes ingleses y norteamericanos acostumbran a tomar entre el instituto y la universidad. Aunque aquí nos pueda dar la impresión de un año perdido, en los países donde más se practica es toda una cultura, hasta el punto de llegar a ser moralmente obligatorio para algunos. La experiencia de estar un año (o unos meses) fuera es aprovechada para empezar a formarse como adultos y descubrir qué les gusta hacer, a partir de experiencias de voluntariado o prácticas. De esta manera, podrán adquirir la experiencia laboral y esa “madurez” que no se enseña en la universidad.
Aun así, la “moda” del “gap year” no ha calado hondo en algunos países como en Latinoamerica o en España donde, en palabras de Gaspar Rosselló (vicerrector en la Universidad de Barcelona), “los alumnos de primero de carrera llegan cada vez más inmaduros”. Rosselló culpa el modelo de educación español de inducir a los estudiantes a tener prisa por entrar en la universidad.
Eso sí: desde hace pocos años en España se va adquiriendo la tendencia poco a poco y puede ser que el contexto de precariedad y desempleo juvenil lo haya facilitado. Con un 41% de la población juvenil con estudios superiores y casi un 50% de paro en esa franja de edad, los reclutadores tienen mucho talento entre el que escoger, y un año en el extranjero puede marcar la diferencia (aunque somos conscientes que la precariedad actual dificulta poder viajar).
Teniendo en cuenta que hay muchos jóvenes con una buena preparación académica, el punto diferencial pueden ser las llamadas “soft skills” o las capacidades no técnicas, las que no se enseñan en las aulas: buena comunicación, determinación, organización, empatía… Todas ellas habilidades necesarias para ser un buen profesional. Habilidades que se pueden adquirir conociendo otras culturas, trabajando como voluntario o realizando prácticas en otro país. Vivir fuera de tu zona de confort te obliga a espabilarte; y entre una persona con un buen nivel de estudios y otra con el mismo pero además con recursos y capacidad para resolver problemas, ¿con cuál os quedaríais?
Bien es cierto que un año fuera también es un privilegio que no todos nos podemos permitir (y menos cuando somos estudiantes), sin tener que recurrir a dinero prestado. Aun así, hay quien aprovecha los trabajos de temporada para poder viajar y costearse los billetes y la estancia. Se trata de trabajos estacionales que no requieren de un título académico.
El voluntariado no tiene por qué ser siempre sin cobrar nada. En países como Estados Unidos o Gran Bretaña existen fundaciones que financian los proyectos de los más jóvenes, como Patchwork. La página web británica Working Abroad también cuenta con programas de voluntariado pagado, de cortas o largas estancias y para personas de cualquier edad o nacionalidad.
Sea cual sea la modalidad de año sabático que se escoja, el caso es que, según el estudio en el que participó la consultora KPMG, los candidatos que han pasado una temporada fuera, regresan con “el chip cambiado”. Han aprendido a trabajar en equipo con personas de diferentes nacionalidades, a asumir responsabilidades y a adaptarse rápido a los cambios en un mundo en el que las herramientas de trabajo cambian a menudo.
Aun así, la “moda” del “gap year” no ha calado hondo en algunos países como en Latinoamerica o en España donde, en palabras de Gaspar Rosselló (vicerrector en la Universidad de Barcelona), “los alumnos de primero de carrera llegan cada vez más inmaduros”. Rosselló culpa el modelo de educación español de inducir a los estudiantes a tener prisa por entrar en la universidad.
Eso sí: desde hace pocos años en España se va adquiriendo la tendencia poco a poco y puede ser que el contexto de precariedad y desempleo juvenil lo haya facilitado. Con un 41% de la población juvenil con estudios superiores y casi un 50% de paro en esa franja de edad, los reclutadores tienen mucho talento entre el que escoger, y un año en el extranjero puede marcar la diferencia (aunque somos conscientes que la precariedad actual dificulta poder viajar).
Teniendo en cuenta que hay muchos jóvenes con una buena preparación académica, el punto diferencial pueden ser las llamadas “soft skills” o las capacidades no técnicas, las que no se enseñan en las aulas: buena comunicación, determinación, organización, empatía… Todas ellas habilidades necesarias para ser un buen profesional. Habilidades que se pueden adquirir conociendo otras culturas, trabajando como voluntario o realizando prácticas en otro país. Vivir fuera de tu zona de confort te obliga a espabilarte; y entre una persona con un buen nivel de estudios y otra con el mismo pero además con recursos y capacidad para resolver problemas, ¿con cuál os quedaríais?
Maneras de costearse el viaje
Bien es cierto que un año fuera también es un privilegio que no todos nos podemos permitir (y menos cuando somos estudiantes), sin tener que recurrir a dinero prestado. Aun así, hay quien aprovecha los trabajos de temporada para poder viajar y costearse los billetes y la estancia. Se trata de trabajos estacionales que no requieren de un título académico.
El voluntariado no tiene por qué ser siempre sin cobrar nada. En países como Estados Unidos o Gran Bretaña existen fundaciones que financian los proyectos de los más jóvenes, como Patchwork. La página web británica Working Abroad también cuenta con programas de voluntariado pagado, de cortas o largas estancias y para personas de cualquier edad o nacionalidad.
Sea cual sea la modalidad de año sabático que se escoja, el caso es que, según el estudio en el que participó la consultora KPMG, los candidatos que han pasado una temporada fuera, regresan con “el chip cambiado”. Han aprendido a trabajar en equipo con personas de diferentes nacionalidades, a asumir responsabilidades y a adaptarse rápido a los cambios en un mundo en el que las herramientas de trabajo cambian a menudo.
